AUNQUE de vicios del peor calibre van cargándose día a día los registros de esta época y bajo estos gobernantes, durante los primeros días de agosto trajeron los medios la noticia que faltaba para completar el cuadro del oprobio absoluto. En Buenos Aires, pero —al parecer— por primera vez en el mundo, a dos depravados que viven en homosexual coyunda, se les reconoció oficial y formalmente el rango de padres de una criatura, cuyo nacimiento habían encargado en la India, pagándole a una mujer la locación de su útero.
Salteamos por improcedente cualquier réplica que pudiera dárseles a los justificadores de tamaño delito contra natura. En el capítulo once del primer libro de la Tópica, Aristóteles nos sigue enseñando que hay algunos que "castigo requieren y no argumentos". Y es este el caso. Salteamos asimismo, aunque no sin dolores hondos, cualquier reflexión sobre la ignota fémina que aceptó el execrable negocio de dar a luz para satis-facer el capricho de un par de corruptos.
Sólo en tres aspectos de este drama queremos centrarnos.
El primero es que tamaña perversión de la naturaleza no es un hecho aislado. Se inscribe dentro del plan mayor de cultura de la muerte, que las actuales autoridades políticas han trazado en consonancia con los poderes mundiales. El plan reclama, entre otras cosas, un cambio en las leyes, para que todo vestigio de orden natural en ellas resulte desterrado. Tal lo que vienen haciendo a cuatro manos, aunque cuadrara mejor escribir a cuatro zarpazos. Por eso subleva tanto presenciar la actitud melindrosa y apocada de nuestros pastores, objetando algunos de estos cambios legales, cuando lo que debiera escuchárseles es una voz de trueno, despertando a las conciencias creyentes e instándolas dar batalla contra la abyección democrática que vivimos. Por eso incluso no hay palabras para manifestar la perplejidad que nos ha causado la noticia del bautismo público, en el Santísimo Sacramento, de dos criaturas inocentes capturadas por un travesti y su amante. La Iglesia no puede convalidar estas parodias de "familias", insolentemente alzadas contra la ley natural y la ley divina. Sonidos veraces y estentóreos que derrumben los muros de Jericó, se necesitan; y no melifluas cadencias dispuestas a integrarse al coro pluralista del "modelo".
Lo segundo que debe quedar dicho, es que la aberración que comentamos fue prohijada formalmente por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a cuyo titular —un mercader cretino y tilingo de pro— se insiste en adscribir a una oposición nada menos que fascista. Como si el macrismo pudiera ser clasificado con categorías políticas en vez de entomológicas. Pero debe subrayarse el hecho de la plena y pública aquiescencia del gobierno nacional para consumar .tamaño atropello. Riñen por los subtes, por los dólares, por la "metropolitana", por los votos o por el control bancario. Cuando hay que matar a Cristo, están juntos y prontos, como lo estuvieron Caifas y Pilatos. más allá de temporales reyertas. Todos son opositores, escribimos tiempo atrás. Se oponen a Dios y a la Patria Argentina. He aquí una nueva y desgarradora prueba.
Pero lo tercero es lo más grave, y no hallamos palabras suficientes para retratarlo. Tobías —tal el nombre del niño inocente que se ha puesto en las manos repugnantes de dos bufarrones— se criará en un maldito y falso hogar, remedo crapuloso de toda genuina familia, parodia criminal de una casa normalmente constituida, mueca sacrilega y endemoniada de todo verdadero linaje. Tobías fue condenado a vivir sin madre por unos gobernantes que, a fuer de hideputismo consumado, ya ni quieren recordar que alguna vez tuvieron una.
No es necesario caer en ningún sentimentalismo para justipreciar la presencia insoslayable de la madre en la vida del hombre. Alguien decididamente alejado de cualquier propensión tanguera lo dejó dicho con palabras tan nobles como su vida martirial: "En la madre se encierra un gran milagro y un gran misterio —escribió el glorioso Cardenal Mindszenty—. Todos los hombres, felices o infortunados, se estremecen y conmueven ante esta palabra: madre". A Tobías le han arrebatado el milagro y el misterio maternos, en nombre de una ideología degenerada y obscena.
La Historia Sacra sin embargo, registra otro Tobías. Sobre él, nuestro admirado amigo Miguel Cruz, ha escrito un bello libro que nos confortó en estas horas aciagas. El Tobías veterotestamentario fue protegido en su "travesía sembrada de peligros y de miedos, por una misteriosa figura fraterna". Era San Rafael Arcángel. Con su auxilio venció al demonio Asmodeo, forjó su matrimonio, cumplió sus deberes para con Dios y alcanzó la dicha. A San Rafael encomendamos vivamente este Tobías nuestro, rehén de dos crápulas estatalmente asistidos. Quiera el Arcángel librarlo de su prisión y concederle la gracia de un padre y de una madre, como merecen todos los hombres dignos. •
Sólo en tres aspectos de este drama queremos centrarnos.
El primero es que tamaña perversión de la naturaleza no es un hecho aislado. Se inscribe dentro del plan mayor de cultura de la muerte, que las actuales autoridades políticas han trazado en consonancia con los poderes mundiales. El plan reclama, entre otras cosas, un cambio en las leyes, para que todo vestigio de orden natural en ellas resulte desterrado. Tal lo que vienen haciendo a cuatro manos, aunque cuadrara mejor escribir a cuatro zarpazos. Por eso subleva tanto presenciar la actitud melindrosa y apocada de nuestros pastores, objetando algunos de estos cambios legales, cuando lo que debiera escuchárseles es una voz de trueno, despertando a las conciencias creyentes e instándolas dar batalla contra la abyección democrática que vivimos. Por eso incluso no hay palabras para manifestar la perplejidad que nos ha causado la noticia del bautismo público, en el Santísimo Sacramento, de dos criaturas inocentes capturadas por un travesti y su amante. La Iglesia no puede convalidar estas parodias de "familias", insolentemente alzadas contra la ley natural y la ley divina. Sonidos veraces y estentóreos que derrumben los muros de Jericó, se necesitan; y no melifluas cadencias dispuestas a integrarse al coro pluralista del "modelo".
Lo segundo que debe quedar dicho, es que la aberración que comentamos fue prohijada formalmente por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a cuyo titular —un mercader cretino y tilingo de pro— se insiste en adscribir a una oposición nada menos que fascista. Como si el macrismo pudiera ser clasificado con categorías políticas en vez de entomológicas. Pero debe subrayarse el hecho de la plena y pública aquiescencia del gobierno nacional para consumar .tamaño atropello. Riñen por los subtes, por los dólares, por la "metropolitana", por los votos o por el control bancario. Cuando hay que matar a Cristo, están juntos y prontos, como lo estuvieron Caifas y Pilatos. más allá de temporales reyertas. Todos son opositores, escribimos tiempo atrás. Se oponen a Dios y a la Patria Argentina. He aquí una nueva y desgarradora prueba.
Pero lo tercero es lo más grave, y no hallamos palabras suficientes para retratarlo. Tobías —tal el nombre del niño inocente que se ha puesto en las manos repugnantes de dos bufarrones— se criará en un maldito y falso hogar, remedo crapuloso de toda genuina familia, parodia criminal de una casa normalmente constituida, mueca sacrilega y endemoniada de todo verdadero linaje. Tobías fue condenado a vivir sin madre por unos gobernantes que, a fuer de hideputismo consumado, ya ni quieren recordar que alguna vez tuvieron una.
No es necesario caer en ningún sentimentalismo para justipreciar la presencia insoslayable de la madre en la vida del hombre. Alguien decididamente alejado de cualquier propensión tanguera lo dejó dicho con palabras tan nobles como su vida martirial: "En la madre se encierra un gran milagro y un gran misterio —escribió el glorioso Cardenal Mindszenty—. Todos los hombres, felices o infortunados, se estremecen y conmueven ante esta palabra: madre". A Tobías le han arrebatado el milagro y el misterio maternos, en nombre de una ideología degenerada y obscena.
La Historia Sacra sin embargo, registra otro Tobías. Sobre él, nuestro admirado amigo Miguel Cruz, ha escrito un bello libro que nos confortó en estas horas aciagas. El Tobías veterotestamentario fue protegido en su "travesía sembrada de peligros y de miedos, por una misteriosa figura fraterna". Era San Rafael Arcángel. Con su auxilio venció al demonio Asmodeo, forjó su matrimonio, cumplió sus deberes para con Dios y alcanzó la dicha. A San Rafael encomendamos vivamente este Tobías nuestro, rehén de dos crápulas estatalmente asistidos. Quiera el Arcángel librarlo de su prisión y concederle la gracia de un padre y de una madre, como merecen todos los hombres dignos. •
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