Luego de su último viraje político que ha dado a su gobierno el presidente Ollanta Humala, muchos de los que votaron por él, sino todos los que en la primera vuelta lo apoyaron, dirán: Nos equivocamos, "el pueblo se equivocó...". Pero no es así, el pueblo vota, escoge entre lo que proponen; en realidad no se elige, se escoge una opción. Es así como los peruanos votamos desde hace 20 a 30 años, escogiendo lo que creemos que es el "mal menor".
Para el verdadero nacionalismo peruano, hay solo una clase de hombres: El que trabaja. No hay ni burgueses ni proletarios como en el caso de la ideología marxista; ni especuladores ni rentistas como lo es para el liberalismo. En el Movimiento Acción Nacionalista Peruano - MANPE afirmamos: Nosotros, el pueblo trabajador. Es que para los Manpistas el pueblo suelto no existe, sino el pueblo organizado, por lo tanto el pueblo trabajador.
Un gobierno que no crea trabajo, sino que otorga subsidios a través de programas o planes sociales y da puestos en el Estado, está pensando más en el caudal de votos para las próximas elecciones, no en la grandeza de la Nación, en nuestro caso la peruana. Están quebrando así el ideal de la liberación por el trabajo, piedra angular del nacionalismo.
En una época como la nuestra, en la que se han perdido o que se han invertido los valores, el trabajo es lo único que puede redimirnos como sociedad, porque el trabajo crea virtud. Al menos por el acto de levantarse temprano todos los días, de llevarnos agua al rostro para limpiarlo y peinarse, de escuchar al compañero de trabajo con sus diferencias y acostumbrarnos a convivir con ellos, aunque sea por tan solo seis u ocho horas por día. El trabajo limita y morigera el capricho subjetivo, es decir el ocio y el vicio. Los subsidios a través de los programas sociales eliminan por ende la virtud del trabajo y terminan creando generaciones de amantes al no-trabajo. De ahí a la molicie, de ahí a la droga, de ahí al alcohol, de ahí a la trata de blancas, de ahí al narcotráfico, hay un pequeño salto nomás.
Nuestros viejos, nuestros padres y abuelos, aquellos del gusto al trabajo, al ahorro y al aseo de los sábados por la tarde para esperar el domingo como día de fiesta son parte hoy tan solo de la historia. Es que los sucesivos gobiernos que hemos tenido, mezcla de socialdemócratas, neoliberales, liberales, socialcristianos, socialistas, izquierdistas internacionales, formaron una masa ideologizada que prefiere el no-trabajo, crearon un mundo de desvalores, uno en el que impera un sistema de corrupción organizado.
Es obvio que esto va a pasar, como pasa con todo en el campo de la política. Sin embargo, no hay que esperar que esto suceda con los brazos cruzados, hay que seguir trabajando a fin de que cada uno realice bien su oficio o tarea. Hay que correr el riesgo tanto de la sana libertad de pensar como el concerniente al laboral. Lo que no podemos es dejar de trabajar y pretender vivir como bien dicen sangrando al Estado, a la sociedad organizada, porque cuando se roba al Estado en última y más importante instancia se está robando al pueblo trabajador.
Por Lombardo Mautino.
Ex Alcalde de Huaraz.
Para el verdadero nacionalismo peruano, hay solo una clase de hombres: El que trabaja. No hay ni burgueses ni proletarios como en el caso de la ideología marxista; ni especuladores ni rentistas como lo es para el liberalismo. En el Movimiento Acción Nacionalista Peruano - MANPE afirmamos: Nosotros, el pueblo trabajador. Es que para los Manpistas el pueblo suelto no existe, sino el pueblo organizado, por lo tanto el pueblo trabajador.
Un gobierno que no crea trabajo, sino que otorga subsidios a través de programas o planes sociales y da puestos en el Estado, está pensando más en el caudal de votos para las próximas elecciones, no en la grandeza de la Nación, en nuestro caso la peruana. Están quebrando así el ideal de la liberación por el trabajo, piedra angular del nacionalismo.
En una época como la nuestra, en la que se han perdido o que se han invertido los valores, el trabajo es lo único que puede redimirnos como sociedad, porque el trabajo crea virtud. Al menos por el acto de levantarse temprano todos los días, de llevarnos agua al rostro para limpiarlo y peinarse, de escuchar al compañero de trabajo con sus diferencias y acostumbrarnos a convivir con ellos, aunque sea por tan solo seis u ocho horas por día. El trabajo limita y morigera el capricho subjetivo, es decir el ocio y el vicio. Los subsidios a través de los programas sociales eliminan por ende la virtud del trabajo y terminan creando generaciones de amantes al no-trabajo. De ahí a la molicie, de ahí a la droga, de ahí al alcohol, de ahí a la trata de blancas, de ahí al narcotráfico, hay un pequeño salto nomás.
Nuestros viejos, nuestros padres y abuelos, aquellos del gusto al trabajo, al ahorro y al aseo de los sábados por la tarde para esperar el domingo como día de fiesta son parte hoy tan solo de la historia. Es que los sucesivos gobiernos que hemos tenido, mezcla de socialdemócratas, neoliberales, liberales, socialcristianos, socialistas, izquierdistas internacionales, formaron una masa ideologizada que prefiere el no-trabajo, crearon un mundo de desvalores, uno en el que impera un sistema de corrupción organizado.
Es obvio que esto va a pasar, como pasa con todo en el campo de la política. Sin embargo, no hay que esperar que esto suceda con los brazos cruzados, hay que seguir trabajando a fin de que cada uno realice bien su oficio o tarea. Hay que correr el riesgo tanto de la sana libertad de pensar como el concerniente al laboral. Lo que no podemos es dejar de trabajar y pretender vivir como bien dicen sangrando al Estado, a la sociedad organizada, porque cuando se roba al Estado en última y más importante instancia se está robando al pueblo trabajador.
Por Lombardo Mautino.
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